Introducción
La
Tradición de las mascaradas se remonta al periodo antes de la llegada de los
españoles al territorio de Costa Rica en el siglo XVI, los pueblos aborígenes
contaban con algunas tradiciones que incluían la elaboración y utilización de máscaras.
La más destacada de estas tradiciones, que ha llegado hasta la actualidad, es
el juego de los
diablitos de Boruca. Esta fiesta de raíces indígenas, celebrada por el pueblo boruca posiblemente desde una época previa a la Conquista, involucra la
elaboración de máscaras a base de madera de balsa, con las cuales los participantes del juego de
los diablitos se disfrazan para la celebración, que se lleva a cabo entre el 31
de diciembre y el 2 de enero de cada año. En las excavaciones arqueológicas
realizadas en la zona sur de Costa Rica, donde se asentaron los reinos borucas,
es frecuente el hallazgo de piezas de oro que representan personajes
enmascarados, así como danzantes y músicos. Tras la Conquista, se agregó un
nuevo elemento, el toro, personaje que representa al conquistador español.
Importancia de la mascarada tradicional
costarricense
Conformados
por diferentes accesorios, muy coloridos y con bastos estampados, son algunos
de los elementos que conforman las famosas mascaradas costarricenses, como “La
Giganta”, “El Pisiucas”, “El Policía”, o “La Calavera”.
Muchas
generaciones costarricenses han disfrutado durante muchos años de las
mascaradas, siendo esta una de las tradiciones más representativas de Costa
Rica.
Por su valor como tradición, además de convertirse en un oficio para muchas personas, el Gobierno de la republica de Costa Rica mediante el decreto N° 25724-C, designo el 31 de octubre, como el Día de la Mascarada Tradicional Costarricense. El objetivo primordial de este decreto es que el estado garantice la promoción del conocimiento acerca de la elaboración y desfile de mascaradas; además, poner en valor el trabajo realzado por los artesanos, que se dedican a este oficio.
Según doña
Sonia Gómez, historiadora del Centro de Investigación y Conservación del
Patrimonio Cultural, “la mascarada costarricense, como muchas de nuestras
expresiones culturales, nos refiere al uso ancestral de la máscara utilizada
por los aborígenes en sus actos rituales, y por otra parte, nos remite también
a las luchas de moros y cristianos representada en una actividad tradicional traída
por los españoles y representada en actos públicos desde la Colonia”
Gómez
además enfatiza en que la mascarada costarricense es importante para la cultura
y las tradiciones del país por que se le reconoce como la principal
manifestación popular tradicional de carácter festivo del Valle Central, donde
tuvo su origen y ahora es una de las manifestaciones culturales más extendida
por todo el país.
Mascarada como oficio: Para Jorge Corrales oriundo de Aserrí, artesano, el principal objetivo
es recrear artesanías que reflejen la figura tradicional de las mascaras de
antaño, este artesano se declara fiel defensor de la riqueza cultural propia
del país, resalta que el mayor reto que se afronta actualmente en el oficio del
mascarero, es preservar la esencia de las verdaderas mascaradas tradicionales
costarricenses, al igual que la música típica de las cimarronas; en
contraposición con las diferentes influencias extranjeras que están calando
profundamente, por ejemplo, la caracterización de las mascaradas a partir de
personajes de películas, series o dibujos animados. “Es importante fomentar la
mascarada tradicional mediante cursos de formación en los que se utilicen las
verdaderas técnicas y materiales tradicionales; pero, por otra parte, más
importante aún es que las personas aprendan a valorar no solo la obra, sino el
conocimiento que poseen los mascareros”, enfatizó Corrales.
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